Uffh!, qué día tan cansado, y aún no termina mi trabajo, me extraña que aún pueda yo mover los músculos de mi cuerpo. Y es que hoy mi faena fue colosal. Primero, traerla a mi casa, tomé un poco de café, supongo que ella no tenía sed, pues no dio un solo sorbo a su tasita. Para ambientar el momento puse música, la levanté y bailamos, vaya que fue cansado, pero su cabello se movía hermoso al compás de la música.
La verdad yo ya no aguantaba las ganas de acariciar su cuerpo, y así lo hice, tomé sus glúteos entre mis manos; "¡Pero que firmeza!", exclamé, y no pude evitar reír un poco, pero sólo un poco, no podía dejar que la magia terminara.
La acerqué al sofá y la hice caer sobre mí para sentir como sus pechos se oprimían contra mi rostro y no pude evitar morderlos tan fuerte que casi arranco un trozo de ellos, ella lo disfrutaba supongo, pues no hizo ni un mínimo gesto de dolor. "¡Qué valiente!", le dije al oído, y otra risita se me escapó.
Comencé a besar su cuello, mientras con mucho, pero con mucho trabajo la desnudaba, casi la tiro al piso en mi empresa de dejar su tersa piel al aire, supongo que hacía un poco de frío, aunque en mi calor interno no lo sentía, tan solo sentía que su blanca piel estaba algo fresca, la abracé y le dije, "¿Tienes frío?", ella tan solo calló, tal vez por mi ya tan usual risa, que, no se por que demonios, pero siempre me pasa lo mismo con todas, no puedo evitar reír.
Pero en fin, ya estaba listo para disfrutar de ella al máximo y darle de mi calor, la levanté y la llevé a mi habitación, qué escena tan romántica, ella entre mis brazos y yo abriéndome paso entre los muebles de mi casa, para no dejarla caer (jajaja!), pero bueno, el momento lo merecía, la tiré a la cama y sin más, caí sobre ella besándola con pasión, ella sólo mantenía sus ojitos cerrados, yo sé que le gustaba lo que experimentaba, batallé pero al fin logré abrir sus piernitas, no se por que se resistía, supongo que los nervios la estaban matando, pero tan pronto como pude la penetré hasta el fondo, tapé su boquita y le dije bajito en el oído "No grites, mantente calladita", y otra vez me solté a reír, y así estuve penetrando su cuerpo, disfrutando el placer de cada instante, el placer de cada entrada, cada salida, cada arremetida con fuerza y cada una con suavidad.
La verdad no supe cuanto tiempo estuve en eso, pero fue realmente delicioso, su piel, mis labios en ella, la mordía completa, "No vayas a hacer ruido", le susurre, "Por que si gritas creerán que te estoy matando a palos", y otra vez, mil demonios, por qué no puedo evitar reír a carcajadas. La amé con pasión incontable, hasta que me derramé en su interior sin reservas, sin compasión.
Pero qué cansado he quedado, sea como fuere, las responsabilidades no las puede uno dejar de lado, ya está muy entrada la noche, nadie verá lo que hago, es el momento justo y debo irme. Tengo que volver a enterrar antes de que alguien note su ausencia…

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