jueves, 4 de noviembre de 2010

† Esperar el Momento Justo †



Sus labios de acercaron a mi oído, con una dulce y cálida voz, me dijo "tan sólo tómame". Mis ansias estaban a punto de volverme loco pero con sus tres palabras sentí que mi arduo trabajo había valido la pena. Intenté hacerle creer que esa no era mi intención, pero claro, ella estaba decidida, y con esa carita de ángel pude entender lo que ella quería.

En cuanto llegué a su casa me pude percatar que era una ocasión "especial"; había limpiado la sala perfectamente, todo se veía tan aseado, flores en el centro de mesa, velas aromáticas, el ambiente a media luz, una amena charla; y yo que aún sin saber los alcances de su atención estaba decidida a entregarme a él. Aún cuando todo era obvio intentó hacerme creer que sus intenciones eran sólo por que si, pero no se me iba a escapar la oportunidad de sentirme suya.

Sin más la tomé entre mis brazos e hice que se recostara lentamente en el sofá, comencé a besarla, a tocarla, acariciar su tersa piel, como nunca antes lo había hecho; pienso que no pude evitar hacerlo algo brusco, pero ella en todas sus ganas no lo notó y sólo se dejó llevar.

El comprendió y atendió mis deseos tomándome entre sus brazos y recostándome en el sofá, comenzó a besarme y pronto mi piel sintió la gloria del roce de sus manos. Sus caricias que me estremecieron como nunca antes nadie lo había hecho, con esa rudeza tan gratificante que en mi mente sólo mi voz suplicante de que no se detuviera.

Comencé a desnudarla, quité su blusa, aunque fue un poco difícil, pues el cuello de ésta estaba algo justo, pero cuando logré quitarla el broche que sostenía su cabello cayó al suelo dejándolo caer sobre sus hombros, una escena tan excitante, que no pude evitar atacar su cuello, besándolo, mordiéndolo y besando una vez más.

Se estaba tardando, pero al fin comenzó a desnudarme, primero despojándome de mi blusa, era de manos torpes o su excitación no lo dejaba actuar, pues en su intento por dejar la blusa de lado hizo volar el broche que sostenía mi cabello; al parecer eso logro excitarlo aún más, se abalanzó contra mi cuerpo, comenzando por mi cuello, lo besó, mordió y volvió a besar, yo estaba a punto de estallar, el cuello es mi punto débil.

Bajé a sus pechos, quité su sostén fácilmente y rápido me aferré a su pezón derecho haciéndolo a mi antojo, mientras mi mano derecha acariciaba todo su costado izquierdo, desde su hombro, su brazo, su seno, por debajo de su falda su glúteo, su pierna; su respiración se aceleraba poco a poco. 

Quitó mi sostén con gran habilidad y fue directo a mi seno derecho, qué rica sensación cómo mordía mi pezón con fuerza mientras acariciaba mi cuerpo, estaba ya tan excitada que mi respirar iba en aumento sin poder evitarlo.

No podía más, así que quité su ropa interior por debajo de su falda, tomé posición, abrí sus piernas tomándolas con mis manos y levantándolas lo suficiente para poder penetrarla fácilmente, y así lo hice; la humedad de su sexo me ayudó a entrar sin problema, y sin compasión comencé mi faena sin tregua alguna.

Mi deseo estaba al máximo, pero ya estaba a punto de recibir lo que tanto anhelaba, no tubo la atención de quitar mi falda sólo la levantó para sacar por debajo mis panties; tomó mis piernas, las abrió y sin pensarlo, con una fuerza dolorosamente apremiante me penetró; no le fue difícil pues mi vagina estaba latente y lista para recibirlo; comenzó a entrar y salir rápidamente.

Sus gemidos comenzaron a dejarse escuchar, hasta que comenzó a gritar, mientras yo estaba a punto de estallar dentro de ella; el calor del momento entremezclado con la fuerza y erotismo de sus gritos estaban a punto de llevarme al éxtasis.

No pude evitar comenzar a gemir, pero pronto mis gemidos de placer se convertían en gritos; sus envestidas eran cada vez más rápidas, fuertes y constantes, estaba a punto de derramarse en mi interior.

De pronto sentí como llegaba el clímax a todo mi cuerpo junto a un extraño y muy fuerte dolor, mis ojos se abrieron para ver algo que heló mi sangre, su rostro tenía un mohín de maldad increíble, una cara de placer espeluznante; su mano junto a mi pecho sosteniendo una daga con la cual acabó con mi vida. Lentamente, ya con poca energía mi cuerpo calló a piso y sólo cerré mis ojos.

En tanto sentí el fuerte palpitar de su miembro dentro de mí estiré mi mano para tomar mi bolsa que había dejado junto al sofá y saqué la daga con la que desencarnaría su espíritu; penetré su corazón en el instante justo en que eyaculaba en mi interior y al mismo tiempo me arrebató el orgasmo más fuerte que he tenido jamás. Sintió el dolor rápidamente y se percató de que su vida había llegado a su término, su rostro sólo me llevó más allá del placer; cayó al suelo y cerró sus ojos.

Abrí mis ojos y no podía hacer más que observar desde aquella oscura esquina cómo la maldita lamía la sangre de mi ser y flagelaba mi cuerpo, golpes, rasguños, más puñaladas, yo sólo gritaba sin poder evitar que aquella aterrorizante escena terminara; ella violaba mi cuerpo ya inerte con tal saña que casi podía sentir el dolor.

No me bastaba sólo con matarlo, debía disfrutar su cuerpo al máximo, lo monté frotando mi sexo contra su piel, mientras lo golpeaba, rasguñaba, apuñalaba y lamía aquel elixir carmesí sin piedad alguna.

De pronto comenzó a respirar más y más rápido mientras levantaba la daga, empuñándola con sus dos manos, por encima de la cabeza de aquel cuerpo que ya no me pertenecía ni me pertenecería nunca más, soltó un fuerte grito de placer que me hizo temblar y la dejó caer justo dentro de la boca. Cerré los ojos, ya no podía seguir viendo más.

Entonces comencé a sentir cómo se acercaba otro orgasmo a mi extasiado cuerpo, mi respiración se aceleró más y más, levanté la daga por encima de su cabeza y tuve mi último orgasmo sobre su cuerpo llenándolo así de mí; y con la fuerza del éxtasis clavé mi daga en su muerta boca.

Desde entonces la he observado día tras día, por las noches, mientras trabaja, cada movimiento, esperando cobrar venganza, su maldito crimen no puede quedar sin castigo, ahora creo estar listo.

A partir de ese día siento miedo, pero no sé por qué, siento como si su espíritu me siguiera a cada paso que doy, siento su presencia acosándome todo el tiempo, ya estoy harta. Tan sólo tomaré mi auto y me iré lejos de aquí, para olvidar todo, necesito vacaciones.

Hace ya un rato que salió en su auto, no he perdido su rastro, llega a carretera. Ahora, es la hora…

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